viernes, 20 de noviembre de 2015

La Eucaristía en la vida del Padre Pio


La Eucaristía en la vida del Padre Pío



El Padre Pío de Pietrelcina, después de su gran tarea diaria en el Confesionario, acostumbraba a pasar casi todo el resto del día y de la noche en adoración ante el Tabernáculo, haciéndole compañía con Nuestra Señora, recitando cientos de Rosarios. Una vez, el Obispo de Manfredonia, Monseñor Cesarano, escogió el Convento de Padre Pío para hacer un retiro de ocho días. Cada noche, el obispo se levantaba a varias horas para ir a la Capilla, y cada noche, a todas estas horas, siempre encontró al Padre Pío en adoración. El gran apóstol de Gargano estaba haciendo sin ser visto- su trabajo por todo el mundo,- y algunas veces era visto, en casos de bilocación- al mismo tiempo que permanecía ahí, postrado ante Jesús, con su Rosario entre sus manos.

El acostumbraba a decir a sus hijos espirituales: "Cuando quieran encontrarme, vengan junto al Tabernáculo." 
El padre Pío, a los pies del altar, dirigía la “Visita a Jesús Sacramentado” e impartía la bendición con el Santísimo. Se conmovía tan profundamente que llegaba incluso a las lágrimas; y lo que pasaba en su interior podemos descubrirlo en estas palabras que escribió al padre Agustín el 3 de diciembre de 1912: “A veces me pregunto si es posible que haya almas que no se sientan abrasar de amor divino cuando se encuentran ante Jesús Sacramentado. Esto a mí me parece imposible, si sobre todo si se trata de sacerdotes o de religiosos” (Epist.I,317)

El 21 de marzo de 1912, el Padre Pío confiaba al padre Agustín: “Ayer en la festividad de San José, solo Dios sabe las dulzuras que experimenté sobre todo después de la misa, tan intensas que las siento todavía en mí. La cabeza y el corazón me ardían, pero era un fuego que me hacía bien. La boca sentía toda la dulzura de aquellas carnes inmaculadas del hijo de Dios (…) ¡Cómo me colma de gozo Jesús! ¡Qué suave es su espíritu! Pero yo me aturdo y no sé hacer otra cosa que llorar y repetir. ¡Jesús, alimento mío! (Epist.I,266) 



A María Gargani  escribió en Julio de 1917: “Yo pienso que la santísima eucaristía es el gran medio para aspirar a la santa perfección; pero es preciso recibirla con el deseo y con el compromiso de eliminar del corazón todo lo que desagrada a quien queremos recibir” (Epist.III,282) 

De la sinceridad con la que el padre Pío invitaba a la visita y a la adoración al Santísimo dan fe estas palabras sacadas de la carta que dirigió a Asunta di Tomaso el 4 de enero de 1922: "Mientras que todos los días puedas recibir a Jesús sacramentado, debes considerarte afortunado. Durante el día, cuando no puedas hacer otra cosa, llama a Jesús, en el medio de tus ocupaciones, con gemido resignado de tu alma, y El vendrá, quedará siempre unido al alma por medio de Su gracia y Su santo amor. Vuela con tu espíritu hacia el tabernáculo, cuando no puedas llegar con tu cuerpo, y desahoga allí tus deseos más ardientes, habla, reza, abraza al dialecto de las almas mejor aún que si lo pudieras recibir sacramentalmente." (Epist.III,448)

"En estos tiempos tristemente faltos de fe, de impiedad triunfante, donde todos los que nos rodean tienen siempre el odio en el corazón, y la blasfemia en los labios, el mejor medio de mantenerse libre del mal es fortificarse con el alimento eucarístico. Y esto no es fácil para el que vive meses y meses sin saciarse con el Cordero de Dios."

"Cada mañana, antes de unirme a Él en el Santísimo Sacramento, siento que mi corazón es atraído por una fuerza superior. Siento tanta sed y hambre antes de recibirlo, que es una maravilla que yo no muera de ansiedad. Apenas sí pude alcanzar al Prisionero Divino a fin de celebrar la Misa. Cuando terminé la Misa, me quedé con Jesús para rendirle mis gracias. Mi sed y hambre no disminuyen después de haberle recibido en el Santísimo Sacramento, sino más bien, aumentan constantemente. Oh, qué dulce fue la conversación que sostuve con el Paraíso esta mañana. El Corazón de Jesús y mi propio corazón, si me perdonan la expresión, se fundieron. Ya no eran dos corazones palpitantes, sino sólo uno. Mi corazón se perdió, como una gota de agua se pierde en el océano."


Fuentes

sanpadrepiomdq.tripod.com
vivirdelaeucaristia.blogspot.com.uy

www.fatima.org

Padre Pío