lunes, 7 de diciembre de 2015
viernes, 20 de noviembre de 2015
La Eucaristía en la vida del Padre Pio
El Padre Pío de Pietrelcina,
después de su gran tarea diaria en el Confesionario, acostumbraba a pasar casi
todo el resto del día y de la noche en adoración ante el Tabernáculo,
haciéndole compañía con Nuestra Señora, recitando cientos de Rosarios. Una vez,
el Obispo de Manfredonia, Monseñor Cesarano, escogió el Convento de Padre Pío
para hacer un retiro de ocho días. Cada noche, el obispo se levantaba a varias
horas para ir a la Capilla, y cada noche, a todas estas horas, siempre encontró
al Padre Pío en adoración. El gran apóstol de Gargano estaba haciendo sin ser
visto- su trabajo por todo el mundo,- y algunas veces era visto, en casos de
bilocación- al mismo tiempo que permanecía ahí, postrado ante Jesús, con su
Rosario entre sus manos.
El acostumbraba a decir a sus hijos espirituales: "Cuando quieran encontrarme, vengan junto al Tabernáculo."
El padre Pío, a los pies del altar, dirigía la “Visita a Jesús Sacramentado” e impartía la bendición con el Santísimo. Se conmovía tan profundamente que llegaba incluso a las lágrimas; y lo que pasaba en su interior podemos descubrirlo en estas palabras que escribió al padre Agustín el 3 de diciembre de 1912: “A veces me pregunto si es posible que haya almas que no se sientan abrasar de amor divino cuando se encuentran ante Jesús Sacramentado. Esto a mí me parece imposible, si sobre todo si se trata de sacerdotes o de religiosos” (Epist.I,317)
El 21 de marzo de 1912, el Padre Pío confiaba al padre Agustín: “Ayer en la festividad de San José, solo Dios sabe las dulzuras que experimenté sobre todo después de la misa, tan intensas que las siento todavía en mí. La cabeza y el corazón me ardían, pero era un fuego que me hacía bien. La boca sentía toda la dulzura de aquellas carnes inmaculadas del hijo de Dios (…) ¡Cómo me colma de gozo Jesús! ¡Qué suave es su espíritu! Pero yo me aturdo y no sé hacer otra cosa que llorar y repetir. ¡Jesús, alimento mío! (Epist.I,266)
A María Gargani escribió en Julio de 1917: “Yo pienso que la santísima eucaristía es el gran medio para aspirar a la santa perfección; pero es preciso recibirla con el deseo y con el compromiso de eliminar del corazón todo lo que desagrada a quien queremos recibir” (Epist.III,282)
De la sinceridad con la que el padre Pío invitaba a la visita y a la adoración al Santísimo dan fe estas palabras sacadas de la carta que dirigió a Asunta di Tomaso el 4 de enero de 1922: "Mientras que todos los días puedas recibir a Jesús sacramentado, debes considerarte afortunado. Durante el día, cuando no puedas hacer otra cosa, llama a Jesús, en el medio de tus ocupaciones, con gemido resignado de tu alma, y El vendrá, quedará siempre unido al alma por medio de Su gracia y Su santo amor. Vuela con tu espíritu hacia el tabernáculo, cuando no puedas llegar con tu cuerpo, y desahoga allí tus deseos más ardientes, habla, reza, abraza al dialecto de las almas mejor aún que si lo pudieras recibir sacramentalmente." (Epist.III,448)
"En estos tiempos tristemente faltos de fe, de impiedad triunfante, donde todos los que nos rodean tienen siempre el odio en el corazón, y la blasfemia en los labios, el mejor medio de mantenerse libre del mal es fortificarse con el alimento eucarístico. Y esto no es fácil para el que vive meses y meses sin saciarse con el Cordero de Dios."
El acostumbraba a decir a sus hijos espirituales: "Cuando quieran encontrarme, vengan junto al Tabernáculo."
El padre Pío, a los pies del altar, dirigía la “Visita a Jesús Sacramentado” e impartía la bendición con el Santísimo. Se conmovía tan profundamente que llegaba incluso a las lágrimas; y lo que pasaba en su interior podemos descubrirlo en estas palabras que escribió al padre Agustín el 3 de diciembre de 1912: “A veces me pregunto si es posible que haya almas que no se sientan abrasar de amor divino cuando se encuentran ante Jesús Sacramentado. Esto a mí me parece imposible, si sobre todo si se trata de sacerdotes o de religiosos” (Epist.I,317)
El 21 de marzo de 1912, el Padre Pío confiaba al padre Agustín: “Ayer en la festividad de San José, solo Dios sabe las dulzuras que experimenté sobre todo después de la misa, tan intensas que las siento todavía en mí. La cabeza y el corazón me ardían, pero era un fuego que me hacía bien. La boca sentía toda la dulzura de aquellas carnes inmaculadas del hijo de Dios (…) ¡Cómo me colma de gozo Jesús! ¡Qué suave es su espíritu! Pero yo me aturdo y no sé hacer otra cosa que llorar y repetir. ¡Jesús, alimento mío! (Epist.I,266)
A María Gargani escribió en Julio de 1917: “Yo pienso que la santísima eucaristía es el gran medio para aspirar a la santa perfección; pero es preciso recibirla con el deseo y con el compromiso de eliminar del corazón todo lo que desagrada a quien queremos recibir” (Epist.III,282)
De la sinceridad con la que el padre Pío invitaba a la visita y a la adoración al Santísimo dan fe estas palabras sacadas de la carta que dirigió a Asunta di Tomaso el 4 de enero de 1922: "Mientras que todos los días puedas recibir a Jesús sacramentado, debes considerarte afortunado. Durante el día, cuando no puedas hacer otra cosa, llama a Jesús, en el medio de tus ocupaciones, con gemido resignado de tu alma, y El vendrá, quedará siempre unido al alma por medio de Su gracia y Su santo amor. Vuela con tu espíritu hacia el tabernáculo, cuando no puedas llegar con tu cuerpo, y desahoga allí tus deseos más ardientes, habla, reza, abraza al dialecto de las almas mejor aún que si lo pudieras recibir sacramentalmente." (Epist.III,448)
"En estos tiempos tristemente faltos de fe, de impiedad triunfante, donde todos los que nos rodean tienen siempre el odio en el corazón, y la blasfemia en los labios, el mejor medio de mantenerse libre del mal es fortificarse con el alimento eucarístico. Y esto no es fácil para el que vive meses y meses sin saciarse con el Cordero de Dios."
"Cada
mañana, antes de unirme a Él en el Santísimo Sacramento, siento que mi corazón
es atraído por una fuerza superior. Siento tanta sed y hambre antes de
recibirlo, que es una maravilla que yo no muera de ansiedad. Apenas sí pude
alcanzar al Prisionero Divino a fin de celebrar la Misa. Cuando terminé la
Misa, me quedé con Jesús para rendirle mis gracias. Mi sed y hambre no
disminuyen después de haberle recibido en el Santísimo Sacramento, sino más
bien, aumentan constantemente. Oh, qué dulce fue la conversación que sostuve
con el Paraíso esta mañana. El Corazón de Jesús y mi propio corazón, si me
perdonan la expresión, se fundieron. Ya no eran dos corazones palpitantes, sino
sólo uno. Mi corazón se perdió, como una gota de agua se pierde en el
océano."
Fuentes
sanpadrepiomdq.tripod.com
vivirdelaeucaristia.blogspot.com.uy
www.fatima.org
lunes, 9 de noviembre de 2015
viernes, 18 de septiembre de 2015
domingo, 13 de septiembre de 2015
viernes, 11 de septiembre de 2015
Jesucristo ¿realmente presente en la Eucaristía?
Una vez ascendido a los cielos el Señor nos dejó su
Espíritu. Su promesa nos asegura su presencia hasta el fin del mundo (ver Mt
28, 20). Jesucristo se hace realmente presente en su Iglesia a través de la
Sagrada Escritura y de manera más excelsa, en la Eucaristía.
Jesucristo es Dios y hombre verdadero. Como Dios está en todas partes. Como hombre está en el cielo y en el Sacramento de la Eucaristía.
Diferencia entre imágenes y Eucaristía, veneración y adoración
Las imágenes merecen nuestra veneración y respeto porque están en lugar del Señor, de la Virgen y de los Santos, a quienes representan. Son sus retratos, sus estatuas.
La Eucaristía no es
un retrato o estatua de Jesucristo, sino el mismo Jesucristo, vivo, pero
glorioso: como está ahora en el cielo. Las imágenes no se adoran, se veneran. A
Jesucristo, en el sagrario, sí lo adoramos, es decir le tributamos los honores
de Dios.
La Eucaristía, una Persona
Es muy importante que consideres a Jesucristo en el sagrario, no como una cosa, sino como una Persona que siente, que ama, que te está esperando. Jesucristo está en el Sagrario y en la exposición del Santísimo Sacramento, deseando que vayamos a visitarle. Debemos ir con frecuencia a contarle nuestras penas y necesidades, y a pedirle consuelo y ayuda. Es muy buena costumbre entrar a saludar a Jesucristo al pasar por delante de una iglesia, al menos una vez al día. Aunque sea brevemente.
La Transubstanciación
En la Eucaristía permanecen el olor, color y sabor del pan y del vino; pero su substancia se ha convertido en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo. Substancia es aquello por lo cual algo es lo que es. Lo que hay de permanente en el ser, por lo cual subsiste. No lo que es transitorio y accidental, que no es esencial y constante, y que necesita una substancia donde residir: como son el color, el olor y el sabor.
Antes de la consagración, la hostia es pan de trigo y en el cáliz hay vino de uva, después de la consagración, es el Cuerpo de Jesucristo, y está su Sangre, su Alma y su Divinidad. Del pan y del vino sólo quedan las apariencias, que se llaman especies sacramentales.
La Eucaristía, una Persona
Es muy importante que consideres a Jesucristo en el sagrario, no como una cosa, sino como una Persona que siente, que ama, que te está esperando. Jesucristo está en el Sagrario y en la exposición del Santísimo Sacramento, deseando que vayamos a visitarle. Debemos ir con frecuencia a contarle nuestras penas y necesidades, y a pedirle consuelo y ayuda. Es muy buena costumbre entrar a saludar a Jesucristo al pasar por delante de una iglesia, al menos una vez al día. Aunque sea brevemente.
La Transubstanciación
En la Eucaristía permanecen el olor, color y sabor del pan y del vino; pero su substancia se ha convertido en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo. Substancia es aquello por lo cual algo es lo que es. Lo que hay de permanente en el ser, por lo cual subsiste. No lo que es transitorio y accidental, que no es esencial y constante, y que necesita una substancia donde residir: como son el color, el olor y el sabor.
Antes de la consagración, la hostia es pan de trigo y en el cáliz hay vino de uva, después de la consagración, es el Cuerpo de Jesucristo, y está su Sangre, su Alma y su Divinidad. Del pan y del vino sólo quedan las apariencias, que se llaman especies sacramentales.
Jesucristo está en
todas las Hostias Consagradas, entero en cada una de ellas. Por eso al partir
la Sagrada Forma, Jesucristo no se divide, sino que queda entero en cada parte,
por pequeña que sea.
La Eucaristía en la Biblia
¿Qué quiere decir Jesús con "venid a mí"? Él mismo nos revela el misterio más adelante: "Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, el que crea en mí no tendrá nunca sed." (Jn 6, 35). Jesús nos invita a alimentarnos de Él. Es en la Eucaristía donde nos alimentamos del Pan de Vida que es el Señor Jesús mismo.
Se arguye que Cristo podría estar hablando simbólicamente, basándose en que Él dijo: "Yo soy la vid" y Él no es una vid; "Yo soy la puerta" y Cristo no es una puerta.
Pero el contexto en el que el Señor Jesús afirma que Él es el pan de vida no es simbólico o alegórico, sino doctrinal. Es un diálogo con preguntas y respuestas como Jesús suele hacer al exponer una doctrina.
A las preguntas y objeciones que le hacen los judíos en el Capítulo 6 de San Juan, Jesucristo responde reafirmando el sentido inmediato de sus palabras. Entre más rechazo y oposición encuentra, más insiste Cristo en el sentido único de sus palabras: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (v.55).
Esto hace que los discípulos le abandonen diciendo: esto es inaceptable
Les sonaba a antropofagia. Si lo hubieran entendido en plan simbólico no se hubieran escandalizado.
Y Jesucristo no intenta retenerlos tratando de explicarles que lo que acaba de decirles es tan solo una parábola. Por el contrario, interroga a sus mismos apóstoles: "¿También vosotros queréis iros?". Y Pedro responde: "Pero Señor... ¿con quién nos vamos si sólo tú tienes palabras de vida eterna?" (v. 67-68).
Los Apóstoles entendieron el sentido inmediato de las palabras de Jesús en la última cena. "Tomó pan... y dijo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo." (Lc 22,19). Y ellos en vez de decirle: "explícanos esta parábola," tomaron y comieron, es decir, aceptaron el sentido inmediato de las palabras. Jesús no dijo "Tomad y comed, esto es como si fuera mi cuerpo, es un símbolo de mi sangre".
Alguno podría objetar que las palabras de Jesús "haced esto en memoria mía" no indican sino que ese gesto debía ser hecho en el futuro como un simple recordatorio, un hacer memoria como cualquiera de nosotros puede recordar algún hecho de su pasado. Sin embargo esto no es así, porque memoria, anamnesis o memorial, en el sentido empleado en la Sagrada Escritura, no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. Así, pues, cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz permanece siempre actual (ver Hb 7, 25-27). Por ello la Eucaristía es un sacrificio (ver Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1363-1365).
San Pablo expone la fe de la Iglesia en el mismo sentido: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?". (1Cor 10,16). La comunidad cristiana primitiva, los mismos testigos de la última cena, es decir, los Apóstoles, no habrían permitido que Pablo transmitiera una interpretación falsa de este acontecimiento.
Los primeros cristianos acusan a los docetas (aquellos que afirmaban que el cuerpo de Cristo no era sino una mera apariencia) de no creer en la presencia de Cristo en la Eucaristía: "Se abstienen de la Eucaristía, porque no confiesan que es la carne de nuestro Salvador." San Ignacio de Antioquía (Esmir. VII).
Finalmente, si fuera simbólico cuando Jesús afirma: "El que come mi carne y bebe mi sangre...", entonces también sería simbólico cuando añade: "...tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,54). ¿Acaso la resurrección es simbólica? ¿Acaso la vida eterna es simbólica? Todo, por lo tanto, favorece la interpretación literal o inmediata y no simbólica del discurso.
Milagros eucarísticos
La presencia de Cristo en la Eucaristía está confirmada por varios milagros eucarísticos que, ante las dudas del sacerdote celebrante u otras circunstancias, las especies sacramentales se convirtieron en carne y sangre humana, como consta por los exámenes científicos realizados en los milagros de Lanciano, Casia y otros.
La Eucaristía en la Biblia
¿Qué quiere decir Jesús con "venid a mí"? Él mismo nos revela el misterio más adelante: "Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, el que crea en mí no tendrá nunca sed." (Jn 6, 35). Jesús nos invita a alimentarnos de Él. Es en la Eucaristía donde nos alimentamos del Pan de Vida que es el Señor Jesús mismo.
Se arguye que Cristo podría estar hablando simbólicamente, basándose en que Él dijo: "Yo soy la vid" y Él no es una vid; "Yo soy la puerta" y Cristo no es una puerta.
Pero el contexto en el que el Señor Jesús afirma que Él es el pan de vida no es simbólico o alegórico, sino doctrinal. Es un diálogo con preguntas y respuestas como Jesús suele hacer al exponer una doctrina.
A las preguntas y objeciones que le hacen los judíos en el Capítulo 6 de San Juan, Jesucristo responde reafirmando el sentido inmediato de sus palabras. Entre más rechazo y oposición encuentra, más insiste Cristo en el sentido único de sus palabras: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (v.55).
Esto hace que los discípulos le abandonen diciendo: esto es inaceptable
Les sonaba a antropofagia. Si lo hubieran entendido en plan simbólico no se hubieran escandalizado.
Y Jesucristo no intenta retenerlos tratando de explicarles que lo que acaba de decirles es tan solo una parábola. Por el contrario, interroga a sus mismos apóstoles: "¿También vosotros queréis iros?". Y Pedro responde: "Pero Señor... ¿con quién nos vamos si sólo tú tienes palabras de vida eterna?" (v. 67-68).
Los Apóstoles entendieron el sentido inmediato de las palabras de Jesús en la última cena. "Tomó pan... y dijo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo." (Lc 22,19). Y ellos en vez de decirle: "explícanos esta parábola," tomaron y comieron, es decir, aceptaron el sentido inmediato de las palabras. Jesús no dijo "Tomad y comed, esto es como si fuera mi cuerpo, es un símbolo de mi sangre".
Alguno podría objetar que las palabras de Jesús "haced esto en memoria mía" no indican sino que ese gesto debía ser hecho en el futuro como un simple recordatorio, un hacer memoria como cualquiera de nosotros puede recordar algún hecho de su pasado. Sin embargo esto no es así, porque memoria, anamnesis o memorial, en el sentido empleado en la Sagrada Escritura, no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. Así, pues, cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz permanece siempre actual (ver Hb 7, 25-27). Por ello la Eucaristía es un sacrificio (ver Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1363-1365).
San Pablo expone la fe de la Iglesia en el mismo sentido: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?". (1Cor 10,16). La comunidad cristiana primitiva, los mismos testigos de la última cena, es decir, los Apóstoles, no habrían permitido que Pablo transmitiera una interpretación falsa de este acontecimiento.
Los primeros cristianos acusan a los docetas (aquellos que afirmaban que el cuerpo de Cristo no era sino una mera apariencia) de no creer en la presencia de Cristo en la Eucaristía: "Se abstienen de la Eucaristía, porque no confiesan que es la carne de nuestro Salvador." San Ignacio de Antioquía (Esmir. VII).
Finalmente, si fuera simbólico cuando Jesús afirma: "El que come mi carne y bebe mi sangre...", entonces también sería simbólico cuando añade: "...tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,54). ¿Acaso la resurrección es simbólica? ¿Acaso la vida eterna es simbólica? Todo, por lo tanto, favorece la interpretación literal o inmediata y no simbólica del discurso.
Milagros eucarísticos
La presencia de Cristo en la Eucaristía está confirmada por varios milagros eucarísticos que, ante las dudas del sacerdote celebrante u otras circunstancias, las especies sacramentales se convirtieron en carne y sangre humana, como consta por los exámenes científicos realizados en los milagros de Lanciano, Casia y otros.
Fuentes:
aciprensa
Catholic.net
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